google-site-verification: google124617bd05135f1f.html
0
(0)

La niña salvaje la llaman a veces, la niña que no parece tener normas, límites ni disciplina, que hace y come lo que quiere, cuando quiere, donde quiere, que dice lo que piensa, que se baña cuando tiene ganas, que no besa ni abraza a quién no le apetece.

Que no finge sus sentimientos ni teme decir lo que siente, que duerme con quién quiere, que mama lo que se le antoja, que va descalza por la casa y se llena los pies de barro y posteriormente la cabeza, que chilla y se emociona con un caracol, que llora por las injusticias y sutiles correcciones.

Que se llena de alegría con los pequeños detalles, que no se le obliga a la independencia ni se la separa de su mamá si ella no lo desea, que baila bajo la lluvia de verano, que se pinta el cuerpo desnudo con acuarela, la niña a la que nunca se dejó llorar sola….

Y un sinfín de comportamientos poco ¿adecuados?.

Esa es mi hija, mi Llum (Luz), una niña de 4 años que vive según sus gustos e intereses, explorando y experimentando qué es la vida, a su ritmo.

Pero también es la niña que respeta a los demás y se preocupa, sintiendo gran empatía por las personas que lloran, que da las gracias sin haberla enseñado, que pide perdón cuando se equivoca, que pide por favor lo que necesita, que nos exige a toda la familia un beso en cada mejilla y un abrazo antes de irse.

Que decidió dormir sola en su habitación hace apenas unas semanas, que come hasta saciarse sin castigar su cuerpo en exceso y elige los alimentos que la hacen sentir bien (incluyendo gran variedad de ellos), que accede a las correcciones si son justas, que rechaza el pecho en muchas ocasiones (diciendo «no mamá, gracias!»).

Que se ríe por todo, desde que se levanta hasta que se acuesta, que transmite un vigor y energía increíbles, que deslumbra con su autonomía e independencia,…la niña que es FELIZ.

La criamos en libertad, si, para que pueda ser ella misma, para que sepa lo que desea conseguir en esta vida, para que aprenda a elegir a través de sus propios errores y consecuencias, para que tenga aprendizajes de calidad, que la vida misma te presta; por que no hace falta que los padres hagamos mucho.

Imagínate a un niño como una cometa volando en el cielo…los adultos debemos ayudar al niño a alzar el vuelo, guiarles agarrando la larga cuerda firmemente para evitar que vuelen demasiado alto, se acerquen a los peligros que puedan hacerles caer, o se los lleve una corriente de aire,…pero les dejamos volar libres, en la dirección y del modo que elijan.

Y cuando no quieran volar más, estaremos ahí para acogerles.

Mi niña salvaje ya vuela y, aunque a veces tensa la cuerda y debo hacer peripecias para evitar que se dañe o la dañen, seguirá haciéndolo…

…libre.

 

 

Mónica Queralt

(Ilustración de Toni Medina)

¿Qué te ha parecido este contenido?

¡Ayúdame a mejorar!

Valoración 0 / 5. Votos: 0

¡Sé la primera en puntuar este contenido!

Si este contenido te ha sido útil

¡Puedes seguirme en las redes sociales!

¡Oh! ¡Siento que este contenido no te haya sido útil!

¿Me cuentas cómo mejorarías?

Tu feedback es importante para mi trabajo 🙂

Pin It on Pinterest

Esta web utiliza cookies, no son de chocolate pero son necesarias, ¿las aceptas?    Ver Política de cookies
Privacidad