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Antes de adentrarnos en el gran reto de la preadolescencia debemos saber la importancia que tiene tener una infancia saludable para que se de una preadolescencia y una adolescencia igualmente saludable. Todo empieza desde el nacimiento. Sabéis lo que me gusta a mi hablar de crianza respetuosa y de como una criatura se va formando durante años para legar a ser la persona adulta que será y que todos los factores que intervienen (familia, escuela, amigas/os, entorno cultural, etc.) condicionan la clase de vida y la personalidad que tendrá. 

El cambio de la infancia a la preadolescencia y posteriormente a la adolescencia no suele ser fácil. Para nadie. Descubrimos un/a hijo/a que antes no habíamos visto y difícilmente podemos recordar nuestra propia experiencia a esa edad, tal vez por eso nos resulte tan complicado empatizar con una persona que pasa por dichos cambios tan transcendentales. 

Esta etapa se ve inmersa en numerosas transformaciones a nivel cognitivo, conductual, físico-biológico (sexual), psicológico y social que le aventura en el mundo del adulto/a hasta ahora desconocido. Las hormonas, los pensamientos que vienen y van a una velocidad de vértigo, le permitirán adaptarse como puedan a las tareas intelectuales típicas de las personas adultas.

La edad a la que ocurre depende de varios factores pero suele darse entre los 9 años (como algo precoz) a los 12-15 años, justo antes de la adolescencia y la presentan las niñas antes que los niños. Esa criatura deja de ser niña/o y mentalmente debe aceptar ciertos cambios que la sociedad no ve con buenos ojos: las/os preadolescentes y adolescentes son las personas más incomprendidos en su etapa más vital.

Los cambios a los que se enfrentan no cuentan normalmente con el apoyo del resto del mundo (¡o ellos lo sienten así!), entran en un duelo por un cuerpo nuevo (alteraciones físicas y fisiológicas que vuelven frágil la autoestima por la importancia de su imagen personal) y la infantilidad en relación a las madres y padres deja de ser la misma que hasta entonces. El autoconocimiento es confuso y a su vez descubren gran número de limitaciones y posibilidades a explotar.

Siguen siendo niñas/os desde un punto de vista mágico, que aun perdiendo esa inocencia, están a medias entre una/n niña/o y una persona adulta; las órdenes y exigencias de los padres no se aceptan con la facilidad de antes y empiezan a preferir la compañía de sus iguales, empezando su camino hacia una verdadera independencia.

¿Cómo sobrellevar la preadolescencia y ayudar a un preadolescente?

Los sentimientos están a flor de piel y la delicadeza con la que gestionemos los conflictos que surjan marcarán un antes y un después en la vida de todos los miembros de la familia, irá modelando su madurez emocional (sumamente importante respetar este punto) que dependerá de las relaciones familiares y de su entorno.

Lo que enseñemos en la infancia dejaremos de verlo en la preadolescencia y la adolescencia, pero resurgirá con fuerza cuando pase a la edad adulta y todo lo aprendido desde el amor, el cariño y la paciencia, todos los principios y valores aparecerán para quedarse.  

Me gustaría decir que lo poco que podemos hacer para paliar los efectos de esta etapa es dar libertad (que no libertinaje) y espacio a la/el preadolescente y dejarla/e tranquila/o, pero sé que eso no es suficiente para ninguna madre ni padre, así que ahí van unos cuantos consejos para afrontarla:

  • Escuchar

Tan sencillo como escuchar sus sentimientos y deseos sin esperar a dar nuestro discurso. Muchas veces las personas hablamos solo para desahogarnos, no queremos consejos ni sermones solo ser escuchadas.

  • No juzgar

Cuando recibimos información de nuestras/os hijas/os debemos mantener el tipo y evitar prejuicios, si queremos que nos cuenten las cosas más íntimas tenemos que empezar por aceptarlas y ya las trabajaremos en su momento pero es primordial dar rienda suelta a su discurso para saber qué necesita, que le incomoda, que le hiere a nivel emocional, que le hace feliz…A esta edad son especialmente sensibles a las críticas.

  • No aconsejar

A no ser que nos pida consejo, no darle consejo si no lo ha pedido, en su lugar pregunta de forma reflexiva, no es mismo decirle «esto está mal» que «¿cómo crees que debe valorarse esto?» y permitir que ella/él misma/o se responsabilice de sus conductas y sus actos.

  • Formula preguntas abiertas

No preguntes cuestiones que den respuesta cerrada de SI o NO, por ejemplo «¿Cómo estás?» sino preguntas que den argumentos e información más concreta y profunda, por ejemplo «¿Cómo te has sentido?»

  • Evita la pregunta que empiece por «¿Por qué….?»

Cuando preguntas los porqués estás pidiendo una explicación, por ende una posterior opinión o sermón. En su lugar cámbialo por «Qué…», «Cómo…», «Cuando…». Ejemplo: no es lo mismo decir «¿Por qué has hecho eso?» que «¿Qué te ha llevado a hacer eso?

La preadolescencia y su lado positivo

No sabemos aprovechar este gran cambio en nuestro beneficio familiar, nos aterramos ante la idea de la futura preadolescencia y mucho más en la adolescencia. Nuestra/o hija/o está viviendo una crisis existencial y solo se nos ocurre tachar al/la preadolescente de inmadura/o, rebelde, intransigente, desobediente, contradictorio, etc. La sociedad nos la vende muy mal…

¿Habéis oído alguna vez adjetivos positivos para la preadolescencia y la adolescencia? En esta etapa están más abiertos que nunca, pero con una facilidad para cerrarse en ellas/os mismas/os pasmosa. Por eso debemos aprovechar esa obertura para llegar a ellas/os y evitar que se alejen todo lo posible.

Ahora puedes mantener una conversación de calidad por el pensamiento abstracto típico de la preadolescencia, hablar de sus más temidos miedos y contener y apoyar sus sentimientos y emociones,  es el momento ideal para integrar en su cabeza la importancia que tienen para ti y soltar un «te quiero y te necesito en mi vida» para valorar y elevar esa autoestima que pende de un hilo, la dependencia a la que caminan nos permite relajarnos un poco más como madres y padres, se encuentra en un estado de labilidad emocional muy interesante (supone cambios emocionales más bien bruscos que pueden pasar de la alegría a la tristeza y viceversa en un abrir y cerrar de ojos).

La preadolescencia es el principio de la adultez, nos muestra como empezarán a ser y no podemos ignorar o censurar, si no acompañar y disfrutarlo en todo lo posible, haciéndoles partícipes en las gestiones familiares, teniéndolos en cuenta para tomar decisiones y hacerles ver que siempre estaremos ahí, pase lo que pase y sean como sean. Esta etapa pasa, igual de la de las «rabietas», igual que todas en definitiva. Solo se necesita un poco de empatía, paciencia y entendimiento.

Mo Queralt

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