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Cuando se nos ponen malitos los hijos, sobre todo por primera vez, experimentamos la preocupación y miedo más profundos. Deseamos que pase rápido y queremos volver a ver a nuestros hijos activos, comiendo y sonrientes.

Pero si nos informamos un poco más y aprendemos a conocer la función de estos síntomas o situaciones de malestar, conviviremos con las enfermedades de una forma más calmada y relajada.

Si conocemos el porqué ocurre podremos observar a nuestros hijos decaídos y con esa actitud triste con otros ojos: el ver como necesario ese proceso que hará que se hagan más fuertes y resistentes en un futuro.

Hay varias causas que queremos erradicar nada más notarlas o verlas, pero no debemos obsesionarnos con ello, ya que esos procesos protegen al niño de “intrusos” o patógenos (elemento que produce enfermedad).

Vamos a presentar a los grandes aliados de los niños cuando se enferman o se van a poner malitos:

  1. La fiebre

Nos cuesta aún ver la fiebre como una aliada. Vemos a nuestros hijos pasarlo mal o estar decaídos y no nos gusta. Pero la fiebre es una gran amiga! Sin ella, varias enfermedades harían mella en las personas. Nos avisa de que algo está intentando afectar al cuerpo y sube la temperatura para no permitirle campar a sus anchas.

Además la fiebre provoca un pico de crecimiento, estimula la hormona del crecimiento. Cuando tienen fiebre se detiene su crecimiento, pero en cuanto se sana se recupera esa parada y hacen un “estirón”, acelerándose el crecimiento y compensando lo que no ha crecido mientras estaba con fiebre.

No debemos bajarla si no es necesario o si no es muy alta. Debemos permitir que cumpla su función. No son aconsejables los paños húmedos, las duchas o baños ni las friegas de alcohol, nos arriesgamos a una subida súbita de la fiebre.

El cuerpo sube la temperatura para frenar el patógeno, si ve que la temperatura baja (baños, paños…) intenta subirla mucho más, por esta razón tampoco la bajaremos con antitérmicos vía oral si no es necesario.

El mejor antitérmico es hacer piel con piel con tu hijo.

A veces acaban por pasar alguna gripe o constipado y otras veces la fiebre consigue combatirlo. En ambos casos el niño gana al superarlo y se hace más fuerte para la próxima.

  1. Los mocos

Recogen los patógenos y los expulsan por la nariz. Sin los mocos nos enfermaríamos mucho más. Las limpiezas nasales con suero y agua de mar irán de maravilla para descongestionar y permitir que el niño respire mejor, pero no es aconsejable limpiar demasiado, el moco tiene una función importante: refuerza el sistema inmunológico, incluso cuando los niños lo consumen! Aquí puedes leerlo

  1. La tos

Molesta, si, pero muy necesaria. A través de la tos se eliminan patógenos que podrían enfermar el cuerpo. No debemos intentar frenarla a no ser que no le permita al niño llevar una vida normal, si va tosiendo y puede dormir por las noches, ayudamos con jugo de cebolla hervida y que vaya bebiendo.

Si constatamos una tos que dura muchos días o nos da la sensación de que el niño lo pasa mal, podemos consultar y paliar la tos, pero nunca con el objetivo de eliminarla, sino suavizarla para que siga expulsando patógenos.

  1. Piel con piel.

El poder de las caricias y lo que llega a hacer el piel con piel es impresionante. El Doctor Mc Kenna nos cuenta en su estudio como el niño regula la tensión, el ritmo cardíaco, la temperatura y la respiración. Por eso dormir con los bebés o niños solo tiene ventajas a nivel de salud. Pero sobre el tema que tratamos: para regular la fiebre.

Es rápido y seguro y sin rebote de temperatura, a ti te subirá un poco y a él le bajará.

  1. Tu actitud.

El adulto y la forma en la que gestione sus emociones y sentimientos será la clave para ayudar al niño a sentirse mejor o peor. La calma, la tranquilidad, la serenidad que podamos transmitir enseñará al niño que la enfermedad es un proceso normal y necesario de vez en cuando para reforzarnos y desarrollarnos.

Es normal sentirse preocupado por su estado, pero esa preocupación no ayudará en su cura. Podemos seguir de buen humor y aprender un poco de los niños, que muchos van correteando por la casa tan felices con 38,5 de fiebre!

¿Cómo se comporta un niño enfermo y como acompañarle en el proceso?

Vamos a pasar a la parte emocional, ya sabéis lo que me gusta a mi hablar del tema y lo importante que es gestionarlo correctamente para que un niño sea un adulto asertivo, calmado y propenso a la salud mental y física.

Para paliar el malestar de los niños los cuidamos de una forma muy especial, pero siempre debemos hacerlo desde la naturalidad y normalidad, sin exagerar los males ni dramatizar la situación.

De ese modo los niños verán una enfermedad como un proceso de recogimiento y descanso que pasará. Si observan en los adultos demasiada atención pueden fingir estar enfermos para ser atendidos en otros momentos.

No digo que sea negativo, ni mucho menos! Pero en ese caso es importante descubrir porque nuestro niño necesita “ponerse enfermo” para hacerle caso, que le ocurre o que le falta, que le ha pasado en el colegio, etc.

El niño te demandara más pecho o contacto.

Te necesita más que nunca, ya que no solo se asegura atención y cuidados sino que tú presencia y contacto le proporciona una seguridad emocional que ayudará a superar la enfermedad.

No menospreciemos su dolor o molestia con frases del tipo “no te pasa nada, no es para tanto, venga que ya estás curado…”, solo hace falta un poco de empatía y ponerse en su lugar, a nadie le gusta que le hablen así cuando está enfermo!

Exigid estar con él si tenéis que acudir al hospital, en cualquier prueba, análisis, etc. que se haga, estáis en vuestro derecho. Tal vez os comenten que es protocolo del hospital no dejar entrar a los padres a según qué, pero solo es eso, un protocolo.

Como padres podéis y debéis estar a su lado y acompañarles en todo el proceso.

Cuando los niños se enferman se intensifican las emociones, y por defecto las tuyas también. El apego de no separarse a un metro de ti, querer pecho en todo momento o querer dormir con vosotros (si ya duerme solo), no tener apetito, estar tristes, apáticos, apagados…

La paciencia será primordial para superar esta etapa y resurgir nuevamente para prepararnos para la siguiente y mostrar a nuestros hijos que ponerse malito es como el invierno de las estaciones: para volver a florecer el cuerpo necesita un estado de calma latente y recogimiento que solo puede conseguir poniéndose enfermo de vez en cuando. Y no olvidemos que los niños enfermos nos demandaran más porqué (sobretodo las madres) somos parte de su curación.

Mo Queralt

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