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Mucho antes de nacer, ya se establece en la vida intrauterina lo que llamamos las modalidades de apego, pero ciertamente desde que nace el bebé es cuando el sistema de apego interacciona con el de los adultos, especialmente con el de la madre, con quien tiene un vínculo muy especial por haberse sentido mutuamente durante una media de nueve meses.

Podemos verlo en el trato que los padres tienen hacia su bebé recién nacido: como se modula la voz, el ritmo de nuestras palabras, los gestos tiernos y delicados…que representan elementos constitutivos del proceso del apego que predisponen al bebé para que se desarrollo a nivel adaptativo y emocional, incluso de la conciencia de sí mismo, ¡aun pareciendo pronto!

El bebé no tiene ni idea de cómo vivimos o nos relacionamos y cómo lo viva será vital para su desarrollo psicológico. El apego es la gran oportunidad que nos brinda la vida para crear niños sanos, queridos y respetuosos con su entorno. Toda hostilidad quedará grabada y le enseñará al niño que es así como se hacen las cosas, como se tratan a las personas. Será lo que le enseñemos, sin duda.

El gran experto en apego, John Bowlby, ya nos deleita con sus investigaciones que nos muestra la importancia de un apego sano, que no es más que estar ahí cuando el niño nos necesita, especialmente los primeros meses de su vida, que nos demandará casi en todo momento hasta que esté listo para dar un paso al frente, para separarse paulatinamente de las faldas de su madre (¡típica imagen!).

Todo se graba, todo se recuerda, inconscientemente creamos futuras relaciones saludables dependiendo de las que hayamos tenido de bebés y niños, ya que el niño estructura los comportamientos sociales sucesivos si tiene la suerte de tener a su lado a unos adultos que lo contengan y mantengan arropado y amado. Cuando hay dejadez, cuando el bebé o niño nos necesita, llorando, suplicando brazos, etc. y no atendemos esa demanda estamos provocando un proceso inadecuado, que dejará vulnerable al niño en situaciones de pérdidas y frustraciones, como consecuencia de un desarrollo de la autonomía insuficiente.

DE LA DEPENDENCIA A LA INDEPENDENCIA

Muchas familias no entienden como puede ser que un niño apegado pueda volverse independiente y autónomo. Y es que lo cierto es que ¡no puede alimentarse una autonomía e independencia sin apego! Cuando el niño se siente seguro y confiado, dará el paso. Es como el pajarito en su nido, que espera el momento oportuno y madurez adecuada para creer que ya es el momento de volar. Si lo hiciera antes de sentir que puede, ¿Qué pasaría? Pues que saldría volando torpemente hasta caer al suelo y lastimarse, muchas veces sin remedio…Eso exactamente para con los niños.

Cuando forzamos la independencia y autonomía provocamos precisamente lo contrario: creamos niños inseguros y desconfiados que nunca sabrán “volar” con destreza y seguridad.

Después de formarme en neuropsicología puede comprobar cómo se entrelazan aspectos neurológicos y vínculos afectivos, cómo existen conexiones neuronales cuando una madre (o padre) abraza a su hijo, lo mira a la cara, lo acaricia…

Cuando el bebé tiene un apego saludable desde los inicios de su vida, se verá reflejado en la vida del niño, del adolescente y más adelante en la adultez, siempre le acompañará e irá evolucionando: cuando sienta vergüenza por primera vez, o pánico por alguna experiencia, o aparezca la culpa, necesitará un mecanismo más elaborado de pensamiento, pero sin una buena base, ese adulto puede sentirse siempre perdido.

Podremos observar diferentes reacciones en el niño frente al mismo estímulo, por ejemplo imaginemos a dos niños de 2 años que van a la guardería. Viendo las relaciones con sus madres podemos identificar su relación de apego. Si el niño quiere quedarse sin rechistar, sin necesidad de despedirse, sin llorar, ya desde el primer día, debemos preguntarnos si el apego ofrecido ha sido el adecuado; ya que lo más habitual es ver como ese niño llora, desconsolado, ante la idea de perder de vista a su madre.

LOS MODELOS DE APEGO

1. Apego a lo seguro

Los niños que han tenido un buen contacto con sus padres se reúnen con cierta serenidad con ellos después de un breve periodo de separación

2. Apego ansioso y resistencia

Puede verse cierto estrés emotivo al separarse de sus padre, tiene dificultades para explorar con seguridad, se observa miedo ante la idea de separarse mientras que los padres alimentan inconscientemente esa conducta siendo muy protectores y mostrándose igual de inseguros, lo cual trasladan ese sentimiento a sus hijos.

3. Apego ansioso

Es todo lo contrario del anterior. El niño evita encontrarse con sus padres después de separarse, incluso se les puede ver más amigables con otros desconocidos pero en la guardería o escuela se muestran cerrados, aislado incluso hostiles. Este comportamiento es típico del niño con un apego de rechazo o escasamente comunicativo a nivel emotivo.

Muchos otros factores influyen en la vida de los niños, ya sea el tipo de cuidados que reciban los primeros años de su vida, los factores ambientales (escuela, relaciones con otros niños, familia…), sociales, etc. que determinarán el desarrollo de su personalidad, tanto a su autoestima, como a la seguridad en la que se moverán en la vida, como al concepto de sí mismo. Todo ello influirá en su capacidad de tomar decisiones y elegir una dirección.

«Una serie de investigaciones confirman el concepto de que una deprivación muy temprana, no teniendo el niño contacto con una única persona maternal conduce a un empobrecimiento afectivo e intelectual. Estos niños se encuentran en desventaja, con respecto a otros, en la inteligencia general, desarrollo del lenguaje, elaboración de conceptos y sobre todo en su capacidad para establecer contactos íntimos y compenetrarse con otras personas. Son inquietos, no se pueden concentrar y manifiestan una incansable búsqueda indiscriminada de cariño.»
#HansCurman #Psiquiatríainfantil #apegoinseguro

En definitiva, un niño criado con un apego seguro, puede ser un adulto seguro, solo necesitamos escuchar más al niño y menos a los demás.

Mo Queralt

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