google-site-verification: google124617bd05135f1f.html
5
(1)

Recuerdo claramente cuando me quedaba a dormir en casa de mi abuela. Si no quería ir a la cama ella me acompañaba y me decía después de darme un beso en la frente “Si no te duermes vendrá el Coco y te comerá”. Mi abuela era un encanto de mujer, pero ¿Cómo se supone que debía dormirme pensando en que vendría un tal Coco y me comería? ¿Cómo podía pensar mi abuela que sería una buena idea decirme eso para que yo descansara bien y quisiera volver a su casa otro día?

Las criaturas tienen miedos, eso todo el mundo lo sabe. Las personas adultas tenemos miedos. Eso también se sabe. Lo que tal vez no se sepa es que hay dos clases de miedos: los miedos evolutivos y los miedos aprendidos.

El miedo y como se gestiona en la infancia

El miedo es una emoción básica y vital para la supervivencia porque nos avisa de que algo no va bien y de que se debe actuar para no correr un riesgo. Tener miedo al fuego es necesario para no quemarnos, ¿cierto?

Pero sobre los miedos infantiles todo es un poco más complejo, sobre todo si lo dificultamos las personas adultas al intentar educar con el miedo. Los miedos evolutivos los aprendemos de las experiencias vividas de pequeños, no provocadas por los mayores o a sabiendas y los miedos infundados o aprendidos los aprendemos (valga la redundancia) por las personas adultas con intención que provocar en una criatura una reacción o el cambio de una conducta.

Una criatura vive la experiencia del miedo evolutivo de una forma natural y sin exageraciones, suele pasar rápido y no deja rastro de trauma si no intervenimos mucho. Por ejemplo, imaginemos que nuestro hijo o hija pasa cerca de una valla y un perro ladra fuerte. El/la niño/a se asusta y viene llorando a nuestro lado pidiendo brazos. Aquí podemos reaccionar de varias maneras, la más adecuada es abrazarle si lo desea, permitir que llore y se exprese y explicarle tranquilamente que los perros ladran, que este lo hacía para proteger su casa y que es normal que se asuste.

Ese niño o niña, dependiendo de su edad nos irá recordando la situación vivida para irla gestionando mentalmente “mama, el perro ha ladrado, ¿verdad?”, “papa, tengo miedo del perro!”, “mama, el perro era grande y negro y me ha asustado”, etc., etc. y nosotros solo debemos asentir, escuchar y explicar si lo vemos necesario, la situación vivida “si hijo, el perro te la ladrado, ¿te ha dado miedo? Es normal tener miedo, ¿el perro era muy grande? ¿Cómo de grande era?”…y comentar la situación hasta que vaya paliando los efectos del susto y pueda calmarse. El miedo permite entender su entorno, entender el mundo y valorar según su criterio lo que debe ser temido para sobrevivir.

Pero cuando el miedo es aprendido o infundado, el aprendizaje puede acompañar a la criatura durante toda una vida y lo peor es que ese miedo se lo transmitirá después a sus propios hijos e hijas e irá perpetuándolo.

Puede que la frase del título no la hayas dicho nunca y te parezca muy dura, pero les decimos otras más sutiles aunque igual de peligrosas, pensando que podría ser por su bien o para conseguir algo de él o ella. Cuando queremos que no salga corriendo solo/a, que no se suba a una estantería, que no salte encima del sofá, que se lo coma todo…hemos oído o dicho frases como estas:

  • No toques al perro que te va a morder
  • No subas ahí que te caerás
  • No cruces que te atropellará un coche
  • No saltes en el sofá que te romperás algo
  • Si no comes te quedarás pequeño

Estas frases a menudo las oyen las niños y niños de personas que les quieren y que se supone quieren lo mejor para ellos/as, pero mentirles -ya que esas afirmaciones tampoco son ciertas- crea en esa criatura un miedo irreal que no sabrá gestionar más adelante.

Una criatura asustada, ¿Cómo actúa?

El niño o niña asustado/a que tiene miedos evolutivos que van desapareciendo con la edad o con nuevas experiencias agradables, le dedicará un tiempo a su miedo hasta dominarlo (como el ejemplo del perro que ladraba), pero cuando vive un miedo aprendido puede grabarse y perdurar en el tiempo si no se ha tratado correctamente. No podrá llevar una vida normal, ya que ese o esos miedos le impedirán conseguir objetivos concretos. Pongamos el mismo ejemplo del perro que ladraba y dos opciones que pueden provocar un trauma. En la misma situación en que le ladra el perro:

  1. Nosotros corremos igual o más asustados hacia el niño o la niña, gritando, lo cogemos en brazos y mientras llora asustado/a le decimos “nunca te acerques a un perro! Son malos, muerden, te pueden hacer daño!”, si exageramos la situación estamos plantando una semilla de terror que se irá regando cuando pase delante de otros perros y su madre/padre le vuelva a recordar “no toques al perro que muerde, recuerdas como te ladró aquel perro?”
  2. Cuando viene corriendo hacia nosotros asustado le decimos “bah! Que no da miedo, no te asustes, solo es un perro, los niños mayores no se asustan…” estamos menospreciando sus sentimientos y emociones y el miedo no desaparecerá.

En estos casos, puede que, de más mayor, evite pasar por esa calle, evite caminar cerca de los perros, no pueda estar en casa de alguien que tenga perro, no pueda tener su propio perro, etc.

La criatura que tiene miedos puede actuar alargando la angustia de separación, minando su autoestima al no verse capaz de enfrentarse al miedo, le costará más independizarse y ser autónoma, necesitará tener a una persona adulta cerca para sentirse segura en un entorno que ya lo sería –si no hubiéramos infundado el miedo-, de mayor tendrá miedo de cosas o situaciones que ya no tendrían que dar miedo y transmitirá a sus hermanos/as menores y a sus propios/as hijos/as los mismos miedos.

Consecuencias ¿Qué conseguimos realmente metiendo miedo?

  • Que sienta odio hacia él/ella mismo/a. Lo contrario del amor no es el odio, si no el miedo. Las personas adultas podemos corromper esa emoción desagradable cuando la transmitimos de una forma insana y además si el niño o la niña siente miedo de cosas o situaciones que ciertamente no debe temer, puede llegar a odiarse a él mismo por sentirse así y no saber cómo controlarlo.  
  • Perpetuar los miedos a sus propios/as hijos/as. Cómo hemos dicho más arriba, si tememos a los perros pensaremos que son peligrosos y cuando seamos madres o padres tendremos miedo a que nuestros/as hijos/as se acerquen a los perros, por ende les transmitiremos ese miedo a no ser que lo trabajemos en nosotros/as mismos/as.

En este caso puedo decir que mi madre les tiene pánico a los perros (a estas alturas podéis imaginar porqué) pero ella, aunque a veces no podía evitar ponerse tensa frente a un perro grande cuando mi hermana y yo éramos pequeñas, nunca nos transmitió ese miedo llegando incluso a decirnos que ella sí tenía miedo pero que los perros eran buenos y que solo debíamos acercarnos con cuidado, preguntando al dueño si podíamos tocarlo. De hecho tuvimos perro siempre en casa. Mi madre trabajó sus propios miedos para evitar pasarnos ese trauma. Le estoy tremendamente agradecida por ello.

  • No poder llevar una vida normal. Podemos transmitir miedos muy diversos. Conozco personas que son incapaces de meterse en el mar, aunque sea acercarse a la orilla, por miedo a ahogarse, personas que no pueden ir en coche por miedo a tener un accidente, personas que no pueden subirse a un ascensor por miedo a quedarse encerrados…Es cierto que estos pueden ser miedos evolutivos en las criaturas: si han vivido un accidente de tráfico pueden tener miedo a subir al coche. Pero cuando perduran en el tiempo y no se superan es cuando ese miedo se convierte en un problema y debemos plantearnos acudir a un especialista si no sabemos gestionarlo nosotros/as.
  • Tener una regresión. Las criaturas que sufren alguna situación de miedo pueden, durante un tiempo, vivir situaciones ya superadas, como volver a hacerse pis si ya dominaba el control de esfínteres, querer dormir con los progenitores otra vez si ya dormía solo, tener conductas infantiles para que le atiendan, etc. En definitiva podemos ver conductas o comportamientos que parecen no tener relación con el miedo vivido.
  • Mermar la capacidad de gestionar los conflictos. Cuando le decimos a una criatura “esto es peligroso” nos cree y si vamos “en su ayuda” cuando vemos que intenta subirse a una silla y le decimos que se va a caer, cree que no es capaz de solucionar ese problema, sin saber muy bien porqué (pero como lo dice mama…). Les creamos un paradigma que sí será peligroso.
  • Disminuir su autoestima. Cuando tiene miedo, está sintiendo inseguridad, cuando enseñamos miedo a algo que no ha venido de una forma natural y “le salvamos de la situación” le estoy diciendo que no puedo confiar en él/ella para enfrentarse al conflicto. Cómo decíamos antes: afecta a su autoestima.

Cómo quitar el miedo o tratar el trauma si ya está hecho

Para poder ayudar a nuestras hijas e hijos a superar sus miedos, sean evolutivos o aprendidos, podemos hacer un montón de cosas:

  1. Evitar las frases prohibidas:
  • Eso no da miedo
  • No tengas miedo, no te asustes, no llores, no te enfades, o sea: NO SIENTAS
  • Tienes que ser valiente, los niños valientes no tienen miedo (esta frase es curiosa, ser valiente no es NO tener miedo, si no tenerlo pero enfrentarse igual al miedo; es muy diferente lo que solemos transmitir)
  • No seas pequeña o los niños mayores no se asustan
  • etc.
  1. Que puedan poco a poco enfrentarse a los miedos

Pasar cerca de la valla del perro que ladra con normalidad o verlo a lo lejos, ir a conocer un cachorro o perros muy tranquilos de familiares o amigos…

Provocar las situaciones de una forma paulatina y con cariño, sin forzar la situación, por ejemplo si a tu hijo le da miedo la oscuridad no hace falta dejar la luz abierta pero podemos proponer una lamparita o la luz del pasillo.

  1. No menospreciar ni avergonzarlo de lo que tema, sea lo que sea

Muchas criaturas tienen miedo de cosas o situaciones que no entendemos (he visto criaturas entrar en pánico al ver ondear una bandera…), para nosotros será una tontería, para el niño o niña –depende de cómo se gestione- puede ser el principio de un trauma que perdure.

  1. No transmitir nuestros propios miedos

Puede parecer difícil, pero debemos trabajar en nuestros propios miedos para no pasárselos a nuestras criaturas, sobre todo si detectamos que son infundados o aprendidos. Intentemos dar ejemplo para darles un modelo de superación que imitar. 

  1. Enseñarles a ser prudentes, no temerosos

No es lo mismo tener miedo que tener prudencia. Enseñarles a tener miedo de las personas, los animales, las situaciones peligrosas, etc. les hará huir del conflicto sin parase a pensar y analizar cómo resolverlo.

  1. Encontrar el motivo o la causa que produce el miedo

Intenta descubrir a qué, cómo, cuándo, dónde… si conocemos la raíz podremos trabajar en ello con la niña o niño y mostrarle, poco a poco que no debe temer a esa situación.

  1. Elevar su autoestima

Con tareas significativas en casa, promover su autonomía, actividades o tareas sencillas que tengan un éxito asegurado para elevar su seguridad y confianza y cuando se las ofrezcamos podemos verbalizarlo: “Confío en ti, se que puedes hacerlo, tu eres capaz…”

  1. Hablar de los miedos si el niño o niña quiere

Escuchar cómo se siente, qué emociones le provoca, cómo dormirá mejor, qué necesita para sentirse bien, etc. Igualmente evitaremos hablar del miedo si no quiere tanto como las situaciones que estén relacionadas.

  1. No decirle mentiras para evitar los miedos

Podemos maquillar un poco la información si la verdad no iba a entenderla, pero mentirles diciéndoles que el perro no le ladrará si se pasa por la valla para hacer ir al niño o niña, puede empeorar la situación.

  1. Compartir con ellos momentos de calma

Intentar pasar momentos de tranquilidad, música relajante, meditación, cocinar…en definitiva que haga cosas que le hagan sentir muy bien, de esta forma enseñaremos formas de relajarse para cuando se encuentre en la situación de conflicto con su miedo.

  1. Darle un toque humorístico al miedo

Una terapia muy efectiva es transformar los aspectos más aterradores de su miedo mediante dibujos, caricaturas….A los actores que tienen pánico escénico muchas veces se les recomienda imaginarse al público desnudo.

Si acompañamos los miedos con calma, comprensión y cariño, desaparecerán sin dejar rastro, si no, nos arriesgamos a meter ese miedo en nuestras hijas e hijos para siempre. Es nuestra responsabilidad como madres y  padres preocuparnos por hacerlo correctamente.

Mo Queralt

.

¿Qué te ha parecido este contenido?

¡Ayúdame a mejorar!

Valoración 5 / 5. Votos: 1

¡Sé la primera en puntuar este contenido!

Si este contenido te ha sido útil

¡Puedes seguirme en las redes sociales!

¡Oh! ¡Siento que este contenido no te haya sido útil!

¿Me cuentas cómo mejorarías?

Tu feedback es importante para mi trabajo 🙂

Pin It on Pinterest

Esta web utiliza cookies, no son de chocolate pero son necesarias, ¿las aceptas?    Ver Política de cookies
Privacidad