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Si no te lo crees, ¡sigue leyendo! Porque se gestionan muy mal las emociones de las/os niñas/os, o peor, muchas veces ni se gestionan, ya que directamente no se atiende la emoción, ignorándola.

Cuando las/os niñas/os están contentos, son “buenos” y obedecen no hay problema, pero en cuanto sacan las emociones que no nos gustan, las emociones desagradables (enfado, frustración, tristeza,  lloro…) las madres y los padres se transforman y sacan lo peor de ellos mismos y en lugar de mantener la calma, se unen a su disgusto y empeoran la situación.

Como seres humanos sociales revivimos lo aprendido y no tenemos recursos ni herramientas para trabajar con los sentimientos y emociones propias y de los demás. En definitiva tenemos una inteligencia emocional bastante baja.

Si ya cuesta a las/os adultas/os descubrirse y aprender de si mismas/os, ¿cómo no va a costar encargarse de las emociones de las/os hijas/os?

¿Cuáles son las consecuencias de gestionar mal las emociones?

  1. Las criaturas lo harán igual de mal o peor de adultas. Lo que ven es lo que aprenden y aunque durante su vida vayan aprendiendo nuevas formas más saludables de gestionar las emociones, siempre deberá haber un trabajo previo de desaprendizaje. Y eso si ocurre, porque también deben haber ganas de cambiar y reconocimiento de que las emociones tienen que ser acompañadas. Y muchas familias creen que no es malo dejar llorar a sus hijas/os solas/os o corrigiéndoles si se enfadan.
  1. Se crean traumas. A nivel psicológico ocurren muchas cosas, entre ellas el creer que es correcto ignorar o corregir las emociones desagradables, sin tener en cuenta más opciones. En definitiva, normalizamos esa forma de hacer.
  1. Una adultez muy complicada. Cuando se censuran o atacan la emociones como si fueran malas y tuvieran que erradicarse ocurre lo siguiente: la/el niña/o crece moldeando el cerebro y le afectará en varias situaciones en su vida, como en la toma de decisiones, la tolerancia al estrés, la necesidad de enfadarse para «sacar»(provocando situaciones para estallar)…

Muchísimas madres y padres no son nada empáticos con las/os niñas/os, no dan importancia a sus problemas porque los comparan con los suyos y los lleva a frases del tipo: no llores que no pasa nada, eso no es nada, eso no duele, si lloras no te doy…, te quito…, no te llevo a…, si lloras nos vamos…, mira que feo estás llorando, no llores o…., si te enfadas…, las niñas no se enfadan, los niños no lloran…

Todas ellas complican la situación, SIEMPRE. Nunca ayudan en nada ni educan un ápice.

Las frases prohibidas

Aquí van frases reales que escucho demasiado a menudo, de hecho las oigo en un porciento mayor (bastante más mayor) a las frases positivas:

– No llores. No te enfades. Que es lo mismo que decir “no sientas”, que enfadarse es malo, está mal visto.

– Cómetelo todo. No es una frase sobre gestionar emociones a primera vista, pero tiene mucha relación. Alabar a una/n niña/o para que compita a comérselo todo consigue que coma sin hambre y que coma solo para satisfacer a sus madres/padres, no a sí misma/o, de este modo deja de escuchar sus necesidades. Además, si llenamos el plato demasiado y no se lo acaba provocamos sentimiento de frustración que lleva a creer que no son capaces de conseguir hacer felices a sus madres/padres. Y este, señores y señoras, no es el objetivo de la educación. Provocamos frustración, poca tolerancia a la misma y sentimiento de culpa.

– Me pones nerviosa/o. Es muy injusto culpar a las/os niñas/os de nuestro estado de ánimo, ya que no depende de la conducta en sí, sino de quien la vea. Sería más correcto decir “Me pongo nerviosa/o”. Y con esto cómo con todas las frases que empiecen por «me….» (Me enfadas, me provocas, me retas…).

– En general las frases en forma de amenazas, sarcasmos, ironías (como las nombradas antes) no funcionan, además de no ser entendidas por las/os niñas/os. Las amenazas solo frenan la conducta por momentos pero no educa ni enseña para la próxima, es un recurso cruel y nada efectivo.

¿De qué dependerá como gestionemos sus emociones?

– De nuestro estado de ánimo. No veremos con los mismos ojos una rabieta en el súper si vamos con prisas, cargadas/os con la compra, etc. que si estamos de buen humor, tranquilas/os y descansadas/os. Evidente, ¿no?

– De nuestra paciencia

Dependiendo de nuestro carácter o personalidad tendremos una tolerancia al estrés más alta o más baja. Hay madres/padres muy pacientes con niñas/os muy demandantes y madres/padres menos pacientes con las/os niñas/os igual de demandantes, o madres/padres con un/a hijo/a muy tranquilo/a y un/a segundo/a más demandante con el que descubren hasta donde llega la paciencia.

– De nuestro cansancio del día

Las emociones desagradables se gestionan peor al final de día, cuando ya hemos trabajado, estamos cansadas/os y toca rutina de duchas, cena, cuento…y lo que sea.

– De cómo nos criaron nuestros padres

Cómo nos educaron condicionará cómo educamos, sin duda. Para bien (yo no quiero educar como mis padres porque me pegaban) o para mal (yo pego a mis hijas/os porque mis padres me pegaban y he salido bien).

Preguntémonos algo: ¿Cuál es el objetivo de corregir a las/os niñas/os, reñirles, ponerles rutinas, incluso cuando castigamos? Cuando intentamos educar el objetivo es el mismo: que aprendan y sean buenas personas, que mejoren su vida, no hacértela a ti más fácil. Porqué si fuera así, si el objetivo es vivir mejor nosotras/os sin importarnos el futuro de nuestras/os hijas/os, el futuro de la humanidad sería la extinción.

No es suficiente con decir «no pegues», «no muerdas», «eso no se hace», «no toques», «para de hacer eso»… Porque todo esto está vacío de significado, no aporta nada al niña/o, no educa, no enseña lo que SÍ debe hacer, no enseña qué se espera de ellas/os: que sean buenas personas, que sean respetuosas/os. Por eso siempre será más educativo decir “trata bien a tu padre” en lugar de “no muerdas a tu padre”. En esto puedo ayudarte si lo necesitas.

Además cargamos al/la niño/a de culpa, no le hacemos responsable de sus actos y de este modo creerá que es mala persona, por lo tanto acabará actuando como tal.

Tenemos que saber que a edades tempranas o cuando aún no pueden hablar o hacerse entender, expresan sus deseos y lo que quieren, con conductas y expresando emociones, por ejemplo si no quieren pintar más pueden tirar todo al suelo. Ahí debemos aprovechar el momento y vincular al/la niño/a con sus emociones, preguntarle “¿estás cansada/o?” o decirle “veo que estás cansada/o, vamos a…” para que empiece a reconocerse y descubrirse, aprenda de y con sus emociones y qué le llevan a hacer, validarlas y ponerles nombre para las próximas veces.

Como no se sabe acompañar una emoción desagradable (porque nos irrita, vemos sufrir al/la niño/a, etc.) en la mayoría de los casos, actuamos de forma incorrecta para intentar educar, como por ejemplo:

– Hacer pedir perdón cuando el/la niño/a le hace algo a alguien.

Esa manía tan dañina para la/el niña/o está a la orden del día: “pídele perdón y dale un beso”. Eso solo enseña a no ser sincera/o, a actuar para tener el reconocimiento del/la adulto/a pero sin saber porqué piden perdón. ¿Cómo lo hacemos entonces? Pues formulando las tres preguntas clave de forma adecuada para cada edad:

1. ¿Te gustaría a ti ese trato?

2. ¿Crees que le gusta a esa persona ese trato?

3. ¿Qué podríamos hacer para hacer sentir mejor a esa persona a la que hemos dañado?

– Que den las gracias.

Os parecerá demasiado sencillo pero la única forma de tener hijos agradecidos es ser agradecidos con ellos. Dar las gracias por todo lo que se quiera agradecer, por su ayuda, su apoyo en algo, etc. Y ocurre la magia…el niño aprende a dar las gracias por todo. Prueba y me dices.

– Pedir las cosas por favor

No tiene truco, más de lo mismo. En definitiva es dar ejemplo, que parece fácil pero no lo es tanto, ¿verdad?

Te dejo artículos relacionados con el tema para darte más luz, seguro te ayudan!

Lo que nunca les digo a mis hijos

De la indiferencia al maltrato

Las 10 claves imprescindible para gestionar una rabieta

Mo Queralt

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