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Nunca he explicado mi experiencia de cuando tuve a mi hija en el hospital, nunca me sentí con la necesidad de contarlo, pero al ver las dramáticas experiencias por las que pasan mamás cada día en los hospitales, me veo, ahora si, con la necesidad de dar esperanza.

Tenía muy claro el parto que quería, pero sobretodo lo que NO quería vivir.

Hice mi plan de parto, explicando que no cortaran el cordón umbilical, que me pusieran a la niña piel con piel nada más nacer, evitar la episiotomía, etc. Estaba bastante curtida en el tema, leí mucho y llevaba bastante tiempo trabajando en Educavida, así que en cuando sentí la primera contracción que me avisaba de que mi niña quería salir, mi cerebro dio un vuelco y me convertí en una dictadora.

En ese momento sonaba raro, pero si quería hacerme respetar, debía entrar en el hospital con una batuta cual director de orquesta.

El parto era mío y sabía con lo que podía encontrarme: con frases del tipo “ponte aquí”, “no te quejes tanto”, “déjanos hacer nuestro trabajo”, conectarme a cables sin preguntarme, ponerme vías sin saber para que eran, ver correr enfermeras tocándome los bajos sin ningún respeto…

Nada más pasar el umbral de la puerta del hospital me metí en la cabeza que EN MI PARTO MANDABA YO, MI PARTO ERA MÍO y quería creerme que estaban a mi servicio, que deberían hacerme reverencias al pasar, hacerme sentir una mujer respetada y preguntarme «qué desea, cómo lo quiere, necesita algo?????»

Evidentemente nada de eso pasó, pero no me deje engatusar.

En cuanto entré en la sala de partos empezó una conversación que más bien parecía una lucha de poderes:

Enfermera: «túmbate niña que tengo que poner los cables» (Como me molestaba que me trataran como si no supiera que hacer…)

Yo: «Es totalmente necesario? Entonces, no, gracias»

Enfermera: «PERDOOONAAAA?? Y si le pasa algo a tu hijo y se muere y si blablabla BLABLABLAAAAA!!!!»

Yo: (cara de póquer).

Vuelve la enfermera y me oye quejar de dolor

Enfermera: «que no es para tanto!»

Yo: «¿Puede irse usted de aquí? no quiero que me atienda, vaya a torturar a otra parturienta” (tal cual)

Se va maldiciéndome. Yo más crecida que nunca…PODÍA TENER EL PODER! Fui marcando territorio por el hospital, pidiendo cosas continuamente, nada innecesario (bola de pilates, agua, comida, mi pareja…)

Enfermera: Más personas está prohibido!

Yo: “Pues sáquenlo arrastras si pueden!” (No pudieron…)

El caso es que parí sentada con estribos, como me sentí cómoda, aun cuando me intentaban convencer de lo contrario; pedí (mejor, exigí) que no cortaran el cordón (y cuando dejó de latir me pidieron permiso para cortarlo!), que me pusieran a mi hija nada más nacer encima de mi, que no se la llevaran para pesarla, medirla, ponerle vitaminas.. y así todo el parto.

Poco después entré en la sala de lactancia.

En algunos hospitales de mi país no existen los nidos y ponen a las mamás recién paridas en una sala durante 2 horas para promover la lactancia materna y evitar el gentío de familiares que te esperan en tu habitación, o eso dicen, porque me molestaban continuamente.

Una enfermera se dedicaba a las recién paridas: cura del cordón, pinchar vitaminas, poner el pañal… Aparecía de vez en cuando para llevarse a mi bebé pero me negué a todo y le propuse que se lo llevara un rato antes de las 2 horas y se lo hiciera todo a la vez. Accedió de mala gana.

A los 10 minutos de nacer mi bebé se arrastró como un gusanillo hasta mi pecho y ahí permaneció dos horas.

Nadie se atrevía ni a acercarse, ni pañal, ni pinchar vitaminas, ni limpiar cordón, ni pesar, ni nada.

Pero apareció la pediatra justo cuando mi lactancia se instauró media hora después de tener a mi niña. Sin mediar palabra, presentarse o decir “buenas tardes”, me destapó e intentó coger a mi bebé. No la dejé. Se enfureció y me tacho de mala madre diciendo que tenía que hacerle las pruebas que tenía que cambiar de turno ya.

Le insistí en que lo importante para el bebé era haberse enganchado al pecho y que hacerle eso no era respetuoso en absoluto. Se enfadó y me dijo “allá tu si le pasa algo malo al bebé”.

Me resbaló su comentario y seguí tan a gusto observando a mi hija alimentarse con los ojos entrecerrados y las uñas preparadas para el próximo asalto.

Dos horas después pedí que se le hiciera todo lo necesario y en 5 minutos volví a tenerla sobre mi pecho piel con piel.

Nos trasladaron a la habitación y poco después otro pediatra le realizó las pruebas pertinentes allí mismo.

Ellos lo saben, saben que podemos, saben que debemos…..pero que no se corra la voz!

Ya se aseguran de acojonarte cuando intentas decidir por ti misma, ya… Te asustarán con perlas como “tu misma si quieres arriesgarte, ya verás si haces eso…”

Tengo que decir que hay una parte muy negativa en todo este proceso..

Y es que me pasé el tiempo pendiente y concentrada en que los demás no interfirieran ni decidieran por ellos mismos como tratarme y manipularme y me falto tiempo para sentirme totalmente conectada a mi hija.

Me pasé todo el parto con una antorcha alejando a los lobos y viví mi parto y postparto casi sin darme cuenta…

Me entristece pensar en ello, pero le dí a mi hija la bienvenida que mereció. Nunca olvides que TU parto es TUYO y debemos aprender a pedir y a frenar a los demás si interfieren en nuestro bienestar.

El personal de un hospital actúa más por protocolo y comodidad (por lo menos la mayoría!) que por la necesidad de los pacientes y cuando entendamos esto tal vez empecemos a crear un mundo mejor.

Yo puse mi granito de arena.

Mónica Queralt

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